miércoles, 16 de julio de 2014

Las Cocinas terrassa

Me quede estupefacto, sin palabras, nada podía salir de mi garganta. ¿Era un fantasma quién conmigo hablaba? Siempre había oido decir que hay fantasmas en la Alhambra, y que todas las noches, sobre todo aquellas en que la luna parece estallar en el cielo, de pura luz, dejan con sus visitas las huellas de su presencia, pero tan ínfimas son, que resultan imposible de reconocer. El viajante que asoma a la Alhambra de Granada, las intuye, las siente llegar, pero al final, no ve nada, y sin embargo, todo, absolutamente todo, siente que en realidad está ahí, incólume…


Cuando quise reaccionar ya era tarde, aquel anciano de barba blanca como la nieve, había desaparecido de mi vista sin dejar rastro alguno…
Y allí, entre el ruido de la fina brisa y de los árboles susurrantes, pregunté al inmenso vacío que cubría ya la fortaleza, y que produjo un denotable eco en mis palabras:


-¿Quién eres tú? ¿Quién eres tú? ¿Quién eres tú?

Salí finalmente de la Alhambra. Había sido el último en hacerlo, cuando ya el amanecer empezaba a vislumbrarse en el horizonte. Y allí, en la mismísma puerta por la que mi co-visitante había manifestado cuánto dolor sufrió quien tuvo que entregar el trono de Granada, la puerta de los “Siete velos”, alcancé a escuchar entre susurros: Aquí.

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